El estudio de la «Subienda» en el Río Magdalena cumplió 52 años de ejecutado
En el año 1971, el INDERENA (Instituto de Desarrollo de los Recursos Naturales Renovables) presidido por el entonces gerente general del el Doctor Fernando Ruan Ruan y, a través de su director de pesca, el Doctor Constantino Tapias, confiaron el estudio de la Subienda de los peces del Río Magdalena al investigador Lic. Numa Antonio Hurtado Sepúlveda egresado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano en Ciencias del Mar, quien trabajaba para el mismo Instituto como investigador de la Mojarra Amarilla (Caquetaia, cf: Petenia krauusii) en la Estación de Piscicultura de San Cristóbal, localizada a orillas del Canal del Dique, justo en frente a la población de San Cristóbal y, perteneciente al mismo Instituto, para que se encargara de aclarar qué era y, a qué, porqué, dónde y cuánto tiempo duraba el fenómeno biológico conocido desde siglos atrás en nuestro país como “ La Subienda” del Rio Magdalena, una trascendental y notable arteria fluvial de 1540 kilómetros de extensión, cuyo nacimiento ocurre en el páramo de las Papas ubicado en el macizo colombiano, justamente en los Departamentos de Huila y Cauca, a 3685 metros de altura sobre el nivel del mar, y, luego de recorrer el centro del país traspasando 13 departamentos, desemboca finalmente en el mar Caribe en el sitio conocido como “Bocas de Ceniza”, convirtiéndose por este motivo, en la arteria fluvial poseedora de la mayor biodiversidad del planeta y, la más importante del país, no solo por sus 280 valiosas especies de peces que contiene hasta ahora reportadas para cuenca, sino por el extraordinario valor hidrológico, necesario para que la acción combinada de factores biológicos entre la cuenca y su cauce jamás se interrumpan, como en efecto hasta ahora ha sucedido y, en esa forma, las especies de peces que las habitan les permita continuar llevando a cabo sus correspondientes procesos reproductivos y, aprovechando además, la presencia abundante de humedales, ciénagas y lagunas intercomunicadas con el cauce del Río Magdalena, porque de ocurrir una desestabilización hidrológica, los resultados serían muy graves
Desde tiempos ancestrales, para los pescadores habitantes de pueblos y afluentes cercanos al cauce principal del Río Magdalena, la palabra “Subienda” es mágica, pues les representa trabajo, unión, distracción, ganancias económicas, alimento y, sobretodo, esperan que nunca terminara, refiriéndose a los millones de peces que suelen cada año abandonar por decenas de millones de individuos, las ciénagas y lagunas marginales localizadas por ambas márgenes y, desde la parte baja del cauce del río, a causa de iniciarse la época de verano, la cual provoca el lento descenso del nivel de las aguas del gran Río Magdalena. Desde el interior de las ciénagas, los peces sienten el desnivel de las aguas y, de inmediato se dirigen hacia el caño principal que comunica la ciénaga con el cauce del río, al cual lo recorren y, una vez afuera, en las aguas del gran río, se organizan por especies, por grupos y por tamaños, disponiéndose a remontarlo y, emprender un largo y peligroso viaje por ambas márgenes, aparentemente interminable y desconocido, con un solo objetivo: Reproducirse.
La palabra “subienda” entonces, se limita a señalar el Comportamiento migratorio de peces dulceacuícolas conformado por diferentes especies y, exclusivos de cada determinado ecosistema fluvial (De Godoy 1975).
La expresión <<“Migratorio de carácter reofílico”>>, se refiere a la aptitud o al Comportamiento que tales especies de peces reofílicos poseen o “amigos de las corrientes de agua” como los pertenecientes en este caso concreto, al Río Magdalena, porque remontan perfectamente las aguas del río, debido a que, biológicamente, en la base del núcleo de cada neurona en todo individuo, existe perfectamente grabada la aptitud o el Comportamiento de “trasladarse de un lugar a otro” y, en este caso especial, tal como así lo realizan los peces del Rio Magdalena, pudiendo de esta manera actuar sin vacilación alguna, remontar contra la corriente las largas torrenteras y cascadas de poca altura, identificándoseles por tales motivos como peces “reofílicos” o de carácter migratorio de aguas dulces exclusivamente; es decir, propios de grandes ríos, sus afluentes y quebradas o caños de menor tamaño; un Comportamiento totalmente contrario a lo que les ocurre a aquellos peces marinos como el Atún o a los peces habitantes permanentes de cuerpos de aguas totalmente quietas, como lagos, las lagunas, las ciénagas o los estanques.
Los peces Reofílicos se encuentran propensos a experimentar y soportar cambios meteorológicos excesivos de agua, luz, temperatura periódicos, estacionales o aquellos de excesivas corrientes, salinidad, pH, O2 disuelto, lluvias, disponibilidad de alimentos, exceso de iluminación y, transparencia por ausencia de sedimentos disueltos en el agua, o todo lo contrario, completamente oscuras, etc., que definitivamente influyen positiva o negativamente y, de manera determinante, en la maduración de las Gónadas y, en el éxito de la reproducción.
Significa, que los peces reofílicos o que participan en la subienda del Río Magdalena, al ser comparados con los peces no reofílicos o estrictamente lacustres o que viven en aguas totalmente quietas pero bien oxigenadas o en el mar o en los océanos, presentan una gran diferencia en cuanto a su carácter reproductivo, porque, cuando se refiere a los peces exclusivamente lacustres, requieren biológicamente aguas totalmente quietas, para poder elegir pareja, elaborar el nido entre ambos sexos, aparearse, desovar y eyacular independientemente, cuidar los óvulos, a sus larvas, a sus crías y, a sus alevines, con total tranquilidad y, sin complicaciones. También requieren, aparte de ser transparentes las aguas, que estén totalmente quietas todo el tiempo, para poder sobrevivir libre de amenazas o estar a la expectativa ante una situación extraña, casos muy contrarios a los que sí enfrentan constantemente y, sin poderlo evitar, los peces reofílicos, en donde ambos sexos requieren la presencia de una corriente de agua contínua para estimularse, poder aparearse y desovar, como es el caso de los peces reofílicos del Rio Magdalena, donde el apareamiento debe llevarse a cabo durante las horas nocturnas, generalmente a media noche y especialmente en el centro del cauce; en medio de un frenesí, emitiendo ruidos, gruñidos, sonidos raros, ronquidos o golpeteos contra la superficie del agua, los cuales fueron ancestralmente, los que dieron lugar a leyendas, entre ellas, a “la Llorona”, el Silbón en el río Orinoco, durante la migración de la Sapuara, Semaprochilodus laticeps. Por lo tanto, los peces del Río Magdalena nunca elaborarán un nido; ellos desovarán sus óvulos dejándolos libres en la corriente, pero previamente fecundados por el macho y, debido a que no cuidan a sus huevos ni a larvas, ni a las crías. Al compararse las larvas de peces reofílicos recién nacidas con las larvas de los peces nacidos en aguas quietas, veremos que existe una enorme y positiva particularidad en las larvas reofílicas, puesto que, mientras en ambos sexos ocurre el apareamiento nocturno en el centro del río y en medio de la fuerte corriente, que lentamente los arrastra hacia las orillas, mientras en los huevos internamente se lleva a cabo el desarrollo embrionario y, conforme estos cambios biológicos se producen, los huevos continúan flotando por horas en las aguas del río y, ya cercanas a la entrada de cada caño que comunica a cada ciénaga, las larvas nacen o eclosionan y la corriente del río se encarga de conducirlas por el caño hasta dispersarlas por las aguas de la ciénaga y encontrar protección en sus orillas o márgenes pobladas de abundante vegetación y, en donde de inmediato, comienzan a alimentarse de plancton.
Por el contrario, las larvas pertenecientes a especies exclusivas y nacidas en ambientes quietos, como estanques, lagunas, ciénagas, lagos o lagunas marginales al río, nunca se apartarán del nido donde nacieron, y de ese modo se conducen mientras transcurren sus primeros días de vida; siempre muy cuidados de cerca por ambos padres, quienes estarán pendientes y atentos en mostrarles el alimento o atrapárselos y colocárselos cerca de la boca, para que comiencen a reconocerlo, a atraparlo y a consumirlo.
Todas las larvas, tanto las de los peces reofílicos del Rio Magdalena, como las nacidas en aguas quietas de lagunas y ciénagas, crecen y se desarrollan hasta alcanzar el estado juvenil. No obstante, las pertenecientes a las de aguas quietas, continuarán creciendo y desarrollándose sin abandonar en su mismo ambiente quieto; pero por el contrario, las larvas pertenecientes a los peces reofílicos, se convierten en ejemplares juveniles extremadamente activos y, luego, allegar su primer verano, salen de inmediato al rio y, en aguas de los ríos afluentes y en las aguas del Río Magdalena, completan su maduración gonadal o sexual, para nuevamente iniciarse todo el proceso reproductivo y conocido como “Subienda” y, en el que, su principal requerimiento consiste en disponer de aguas corrientes abundantes para emplearlas en el desarrollo embrionario para los huevos recién fecundados y, sobretodo, para que lleven a cabo su correcta eclosión y las larvas nazcan en perfectas condiciones hidrológicas, antes de que las corrientes de agua del Río Magdalena las penetre a las ciénagas o lagunas costeras.
<<De allí la enorme importancia de la Subienda del Río Magdalena, protegiendo cada río, cada quebrada, cada laguna y, cada ciénaga del país, salvaguardándola y, bajo el medido control de la sobrepesca de alevines y juveniles dispersos en sus quietas aguas, justamente antes de su salida al río, en el verano, para que realicen con efectividad su maduración sexual y su ancestral necesario desove >>.
Cada inmenso cardumen de peces del Río Magdalena, perteneciente a cualquier especie, cuenta con la capacidad de soportar el ascenso o descenso de las aguas durante las lluvias o en la época de verano por cuenta propia y, así mismo, poder esquivar o saltar grandes rocas y áreas torrentosas o permanecer por largos períodos de tiempo retozando en grandes y profundos remansos de cada afluente, conforme el nivel del rio cada vez baje o suba rápidamente en invierno o mientras muchos cardúmenes de peces se encuentren atrapados en el verano dentro de las docenas de lagunas y ciénagas aledañas que se localizan en ambas márgenes del Rio Magdalena sin poder salir; pero como tienen la capacidad presentir el desnivel de las aguas, aprovechan rápidamente cualquier descenso de las aguas para evacuar la ciénaga de manera ordenada y, por especies, en dirección a la única boca de salida al río que posee y, que la conecta directamente con el río; comenzando a salir de manera ordenada, primeramente los cardúmenes identificados como individuos de distintas especies de escaso tamaño y conformados de tal manera, que al terminar de agruparse dentro de la ciénaga, comienzan a salir del caño ordenadamente en distintas especies y, salen por fin, poniéndose en contacto directo con las aguas del Río Magdalena, donde de inmediato se reagrupan conformando cardúmenes de talla pequeña; otros de talla mediana y, otros finalmente de talla mayor y, así, todos mezclados en un gran cardumen principal, ascienden las aguas del río sin discriminarse, como si todo el cardumen pareciera perseguir un mismo propósito, el cual, pronto queda despejado, porque luego de ascender por varios kilómetros y, al encontrar las claras aguas de las desembocaduras de los ríos afluentes, como el río Nare por ejemplo, localizada casi enfrente del poblado de Puerto Boyacá, o la del río Cocorná o la del río la Miel, mucho más arriba, donde se confirmó cómo comienzan grandes cardúmenes de peces a separarse del cardumen principal que asciende por el Río Magdalena y formar otros pequeños cardúmenes, a fin de penetrar y dirigirse por el río afluente para ascenderlo, mientras que la otra gran masa o cardumen de peces, proseguían su ascenso por el Río Magdalena.
Los peces desviados del gran cardumen del Río Magdalena, comienzan a ascender poco a poco el Río Nare, de aguas transparentes y sin detenerse, como si ya lo conocieran. Si la penetración y el ascenso coincidía con las horas nocturnas y no nubladas o despejadas, claramente se podían observar los saltos de los peces probablemente de alegría y, a lo lejos se oirán los chasquidos al saltar y golpear los flancos de cuerpo al caer contra la superficie del agua, o ejecutar un gran salto fuera del agua, tal vez por parte de un gran Brycon moorei, o sardinata o Mueluda o de un bocachico Prochilodus reticulatus magdalenae.
Entre tanto, los restantes miembros del gran grupo Magdalénico, continuaban su viaje por el gran río, esquivando chinchorros, atarrayas, anzuelos, largos cordeles conformados por decenas de anzuelos, trampas, etc., instalados sobre el mismo cauce principal o sujetados o amarrados de grandes árboles caídos.
Al comenzar las horas nocturnas y, sobre ambas playas del Río Magdalena, se confirmó la instalación provisional de numerosos ranchos de pescadores, construidos con techos de paja o materiales diversos, para ser utilizados como vivienda temporal por familias completas de pescadores con chinchorro y, por el tiempo que dure la Subienda; constituyéndose este evento en un escenario nocturno muy atractivo, y en una fiesta pesquera casi interminable de proporciones inigualables pero muy placentera al ser contemplada durante las horas nocturnas, al compararlas con un pesebre navideño; cuya duración se extiende hasta comenzar nuevamente las lluvias y el consiguiente ascenso de las aguas del río.
En resumen, durante el mes de noviembre de cada año, una vez que comienza a descender el nivel de las aguas del Río Magdalena a causa del excesivo verano, todos los cardúmenes que salieron de las lagunas y ciénagas que posea el Río Magdalena ubicadas en su parte baja a lado y lado de sus ambas márgenes, lo ascenderán vertiginosamente, y durante su ascenso, aguas arriba, los cardúmenes se irán repartiendo sucesivamente, de acuerdo a la cantidad de afluentes que existan, a lado y lado del cauce. La Subienda por lo tanto, nada la detendrá y, se extenderá por el tiempo mientras dure el período de verano y, el ascenso culminará completamente con la última repartición de peces que penetre en el último afluente y, del mismo modo como ocurrió en el río Nare; transcurriendo todo este proceso biológico por igual, hasta alcanzar un período de estabilización climática, por los meses finales de abril y todo el mes de mayo, extendiéndose hasta el mes de junio, cuando comienzan nuevamente a anunciarse la llegada de las lluvias y el cauce ante el período de invierno, comienza de inmediato a ascender su nivel acuático y, el nivel de las aguas en general, ascenderá permitiéndole al gran Río Magdalena, recuperarse.
Todo este proceso hidrológico, biológico y migratorio correspondiente a la Subienda General de los peces del Rio Magdalena, no se ha detenido jamás y, en el que, en la medida que va ascendiendo el gran cardumen principal aguas arriba por el gran río, al alcanzar la desembocadura de un afluente, cientos de peces se separan del gran cardumen principal y lo penetran para remontarlo y, así sucesivamente lo harán durante todo el recorrido, al encontrar cualquier afluente, lo cual nos indicó que siempre los peces se separarán de manera voluntaria, mientras los restantes que tuvieron la opción de penetrarlo, no lo hicieron, lo cual nos confirmó que con toda probabilidad, los peces que penetraron, procedían de ejemplares familiares ancestrales, cuyo apareamiento, fecundación y desarrollo embrionario tuvo lugar en las aguas de ese mismo afluente y, por lo tanto, los peces que penetraron lo detectaron como su lugar de nacimiento y, biológicamente entonces, ese cardumen de peces correspondía a una “sub población” genéticamente diferente de los del Río Magdalena y de los restantes afluentes, lo cual nos sugiere que, cada la población de individuos de peces establecida en cada afluente, aunque pertenecieran a la misma especie, son diferentes genéticamente al resto de poblaciones de los otros afluentes que fueron ocupándolo secuencialmente aguas arriba, conforme se separaban; coincidiendo esta afirmación, con lo sugerido por el doctor Jorge Hernández Camacho en el año 1973 y, solo faltaba comprobarlo.
Por tales motivos, tal como se indicó y se comprobó el desarrollo de este proceso biológico, por el contrario, no hubo forma de confirmar que muchos de los ejemplares que se apartaban voluntariamente, también pertenecían a la población del Río Magdalena, y, por lo tanto, podrían haberse separado del gran cardumen y penetrar al afluente, acompañando voluntariamente a los peces que escogieron sin dudar al afluente.
Por esta razón, es importante anotar y llamar la atención que, del gran cardumen que asciende por el Rio Magdalena, al encontrar un nuevo afluente, otro grupo se aparta y se separa del gran cardumen y comienzan a penetrarlo, lo cual supone que, con toda probabilidad, dentro del gran grupo conformado viajan cantidades de individuos de procedencia desconocida y, por tal razón, al detectar cada nuevo afluente, los individuos que pertenezcan a él, lo penetrarán voluntariamente, mientras que el restante gran grupo proseguirá su ascenso por el gran río. Si estos peces que se apartaron del gran grupo y no dudaron en elegir y penetrar el afluente y, remontarlo; significa, que se trata de una gran opción biológica, que viene cumpliéndose de manera semejante año tras año, lo cual nos permite comprender cómo y porqué las diferentes especies se mantienen semejantes y poderosas a través del tiempo, sin degenerarse y manteniendo su tamaño y la capacidad de repetir una y otra vez cada año, el viaje de la subienda, lo cual sin duda alguna, se debe a que, funcionan como “subpoblación”, garantizando así su vigor genético, manteniéndolos uniformes sin mostrar por millones y millones de años, signos de degeneramiento en la talla por ejemplo e impulsándolos a realizar de manera anual y exacta esta famosa migración de peces conocida como La Subienda, lo cual nos indica que se trata de individuos que han nacido y pertenecen al propio Rio Magdalena y, por tales motivos, se cruzan con los nativos de cada afluente, lo cual, podría comprobarse con un estudio de marcaje de peces perfectamente bien planificado y ejecutado.
Significa que, por un lado, cada grupo por primera vez desde la salida de la laguna o la ciénaga, todos los individuos mantienen el firme propósito de llegar a su destino, lo cual nos indicó que, de acuerdo a todos los Comportamientos que desarrollan: tanto el migratorio como el selectivo de su propio afluente, se encuentran grabados en el cerebro de cada individuo y, por lo tanto, se trataría cada grupo, de “Subpoblaciones”, lo cual permite colegir, intuir y, asegurar que, la genética de cada subpoblación es la que realmente maneja el destino de cada cardumen que selecciona y habita determinado afluente y, de lo cual se desprende también, que cada individuo, de no encontrar de nuevo su propio hábitat en las condiciones deseables para sobrevivir, estará expuesto a fracasar en su reproducción y, aunque luchara por hacerlo en condiciones no ideales, lo hará luchando por su vida, pero se irá degenerando, lo cual se podrá observar, al aportar año tras año al ecosistema y, en cada Subienda, ejemplares más defectuosos, débiles, pequeños en talla, con los órganos sexuales deficientes para aportar mejores individuos, lo cual, con posterioridad terminará asegurando su degeneración corporal definitiva y seguidamente, su extinción aparecerá.
Asimismo, los padres que logren evadir los rigores y obstáculos que encontrarán durante la subienda y su permanencia en los afluentes, especialmente, los relacionados con la escasez de alimento o con la dificultad de mantener una permanente, abundante y sana cantidad de nutrientes, tampoco serán garantías, porque no asegurarán en el futuro mejores reclutas o la misma calidad de descendientes y, morirán antes de enfrentar otra subienda.
Del mismo modo, los padres que logren evadir los peligros de la subienda, al regresar durante el invierno nuevamente a las lagunas donde crecieron y se desarrollaron hasta juveniles o que como adultos se recuperaron después de desovar en el río, todos, absolutamente todos, continuarán expuestos a ser capturados por los pescadores dentro de las lagunas durante el invierno que tienen para recuperarse, debido a la instalación frecuente de chinchorros y el uso continuo de atarrayas, los cuales pueden cubrir cientos de metros de longitud y de espacio. Es claro que por ello entonces, las restricciones o vedas pesqueras para extraer ejemplares, deberá practicarse no solo en los cauces de los ríos y afluentes principales, sino que del mismo modo, deberá necesariamente extenderse con mayor razón, hacia las lagunas y ciénagas aledañas a los principales ríos, no permitiendo la pesca con atarraya y chichorro, mientras los ejemplares crecen y los adultos se recuperan de la recién Subienda cumplida, debido a que, por tratarse de peces reofílicos, es decir, que nunca desovarán en aguas quietas, significa que un ejemplar enorme y productor de millones de huevos, al ser extraído y emplearlo como alimento, jamás podrá ser sustituido, debido también, no solo, a la escasez actual de alimento natural, sino por la cantidad de años que requiere para crecer y alcanzar grandes tallas, lo cual significa sin lugar a dudas, que las pesquerías a causa del intenso uso de aparejos de gran alcance en ríos, afluentes y ciénagas, cada vez serán más extrañas para el ser humano del futuro y por lo tanto, los pescadores y la pesca comercial fluvial desaparecerá.
Las subiendas actuales, presentan poblaciones de peces cada vez más deprimidas en su tamaño, debido a que su subsistencia no es normal, al encontrar hábitats completamiento paupérrimos y desamparados, desolados y con cambios sorprendentes en la vegetación, totalmente negativos para los peces subsistir correctamente, pues los desconocen totalmente..
El Inderena, aparte de querer conocer de qué se trataba la Subienda; cómo, porqué, dónde y cuáles especies participan en este fenómeno natural, se interesó en aprovechar este estudio para conocer el Comportamiento del pescador tradicional, vigilar y comprender su forma de aprovechar este milagroso evento biológico, para de la misma forma, crear con posterioridad los controles que lo beneficien como parte de un sector productivo del país y, planificar o establecer las vedas respectivas, al descubrir los sitios más afectados por la pesca y, establecer aquellos convenientes, y suspender los tipos de pesquerías negativas.
A tal fin, a este espacio de tiempo, se le denominó “Operación Subienda”, en el cual participaron docenas de personas entrenados como “Inspectores de Pesca” o “Guardapescas”, repartidos en el curso medio del río, más los encargados de atender las inspectorías, a fin de garantizar la operación de control de capturas y el pesquero y, el transporte de productos pesqueros por agua y tierra, mediante la vigilancia directa a los pescadores que emplean chinchorros, atarrayas, arpones subacuáticos, barbasco y, a los pescadores deportivos, así como a los caveros, quienes suministraban materiales de pesca solicitándolos con anticipación por los propios pescadores, tanto a los caveros terrestres como a los fluviales y, también, en cuanto a vigilar o supervisar la cantidad, forma y calidad de protección o conservación del producto y, con los pescadores se trataría de conocer la forma como emplean sus artes, aparejos, equipos y métodos pesqueros y de conservación; así como sus horas de pesca, etc. y, en caso contrario, los inspectores procederían al decomiso inmediato, en caso de encontrar malos manejos contra el producto y, proceder con posterioridad, a intercambiarse temporalmente con aquellos inspectores establecidos en la oficina, a donde llegaban las cavas para obtener su permiso de transporte del producto y comprobar la cantidad de kilos de pescado capturado, cantidad de hielo, higiene, tipo de especies de peces transportadas, su origen y destino final de las mismas.
La Subienda por lo tanto, atrae y reúne anualmente a cientos de miles de pescadores amantes de la pesca deportiva, los cuales se distribuyen disfrutando de la extracción de gran cantidad de peces, que ocupan el sector medio conformado por las poblaciones Honda, La Dorada, Puerto Ayacucho, Puerto Boyacá y Caucasia. La Subienda finaliza al aparecer nuevamente las lluvias y, por lo tanto, el Río Magdalena recobra nuevamente su caudal, gracias al gran aporte de agua proveniente de sus afluentes más significativos, entre ellos, los ríos la Miel, Cocorná y Nare; manifestándose este Comportamiento con un movimiento generalizado de los pescadores y sus familias pertenecientes a las poblaciones de Honda, La Dorada, Puerto Boyacá y Caucasia, quienes al comenzar la noche, las familias se ubicaban de tramo en tramo sobre las playas y a lo largo de ambas márgenes del rio, llamando la atención por sus enormes alumbrados, conformando así, un gran y atractivo festejo, en manifestación de júbilo por la llegada de la Subienda de peces que el río y la naturaleza les bridaba gratuitamente.
Un comportamiento que ha llamado la atención en Colombia se refiere a la escasa oferta de productos de origen marinos en los mercados populares del interior del país, a pesar de estar la nación Colombiana bordeada en casi la mitad de su territorio por dos océanos, en contraste con la oferta tradicional de productos pesqueros de agua dulce, procedente de ríos, ciénagas y lagunas, a los cuales se llega fácil, por la alta accesibilidad vial. Esta desigual oferta no se explica, a pesar de la existencia de un considerable número de excelentes pescadores artesanales, dispuestos a proveer alimento a sus congéneres del interior.
Cincuenta años atrás, los productos pesqueros de agua dulce, provenían de poblaciones de peces de grandes ríos de la región norte y centro del país, como el Magdalena, Cauca y sus afluentes y de ciénagas bien conocidas como Ayapel, Guájaro o Palagua entre otras y, de la región occidental, de los ríos Atrato, Sinú y San Jorge; otras poblaciones de peces provenían de la región de los llanos o la Orinoquía, de los ríos Arauca y Meta, afluentes del rio Orinoco y, de la región de la Amazonía, del río Amazonas, principalmente. Cincuenta y cinco años más tarde, es decir, en la actualidad, cerca de las ¾ partes de esos productos pesqueros no existen en los mercados populares, y han sido reemplazados por peces procedentes de pisciculturas nacionales pero pertenecientes en su gran mayoría a especies introducidas de otras cuencas extranjeras y, otra gran cantidad, corresponde a especies directamente importadas. El auge de la piscicultura como actividad tal vez hubiera significado una ayuda extraordinaria para el mantenimiento del equilibrio contra la extracción de especies de los sistemas acuáticos fluviales, en donde la salud de los ríos, la sostenibilidad de las poblaciones de peces y la sostenibilidad de las pesquerías nacionales estuvieran también funcionando con la normalidad esperada, pero no sucedió así y, lo cierto de todo es que, ocurrió todo lo contrario, porque mientras ha estado funcionando la piscicultura en completa actividad, por el contrario, los cauces de los ríos descienden en cuanto a la salud de sus aguas que cada vez empeoraba y, así mismo, la riqueza íctica natural y en general descendían a niveles de desaparición total, por lo que, esta nueva tecnología acuícola se esperaba que ayudara mientras la nativa se recuperaba pero, sucedió todo lo contrario, al reemplazar y desplazar totalmente a una actividad natural de millones de años de establecida hasta afectarla completamente.
Tradicionalmente se usaba la atarraya, el anzuelo, el cóngolo, la boya, el espinel, entre muchos otros artes y aparejos pesqueros, como sencillos métodos de pesca aparentemente no perjudiciales y, suplían favorablemente las necesidades diarias de los pescadores con faenas de pesca cortas, debido a la abundancia pesquera y, a los excedentes, que eran comercializados favorablemente en centros de consumo más cercanos o eran enviados a cada una de las regiones del interior del país. Con toda probabilidad, muchos inversionistas extranjeros evaluaron la calidad de esos recursos pesqueros, y ante la oferta de una buena ganancia económica en moneda extranjera, varias empresas nacionales se dejaron seducir y comenzaron a exportar una gran cantidad de esos recursos pesqueros originales a los estómagos de seres humanos de otras naciones, despreciando las necesidades alimenticias de sus connacionales, así como también, a las altas inversiones de proyectos que fueron auspiciados por el gobierno central, el tiempo y el esfuerzo en las investigaciones de campo para obtener resultados urgentes, junto a estudios biológicos urgentes y las conclusiones que se emitieron y que nunca se pusieron en práctica, lo cual, todo en su conjunto, se enmarcaba como una voz de alerta, un grito desesperado sobre un inminente desastre de lo que ocurriría.
En los últimos cincuenta (50) años, la historia de la tradición pesquera y familiar del Río Magdalena cambió de la noche a la mañana, no solo por la introducción, aparición precipitada, nefasta y lamentable del chichorro, la atarraya, la careta, el arpón subacuático, la pólvora y los motores fuera de borda, sino también por los implacables métodos intensivos de captura que de ellos surgieron para cubrir cualquier resquicio pesquero posible y extraer grandes cantidades de peces. Cada día se observaba un aumento alarmante no solo de equipos de pesca y motores fuera de borda, sino de cavas con hielo transportadoras de pescado tanto por el río como por tierra, que se encargaban de recoger la pesca en el mismo río, sin que el pescador, al terminar su faena diaria de pesca, la llevara al puerto más cercano, como tradicionalmente lo hacía. A todo esto, se sumó la inefectividad en la aplicación de fuertes leyes de control de veda o evitar el uso injusto de la dinamita como método de pesca, dañino, masivo y competitivo. La aparición de estas nuevas herramientas de trabajo, en principio fue recibida ingenuamente como una panacea que ayudaría definitivamente a terminar con el hambre y la pobreza de los pescadores y estos a la vez, alimentarían masivamente a la humanidad indefinidamente, algo que nunca antes sucedió pero los pescadores como siempre, fueron engañados. Tampoco, por ignorancia o desinformación, se tuvo en cuenta con suficiente anticipación a la aprobación de la introducción de estos equipos e implementos pesqueros, el mal comportamiento que biológicamente portamos en forma natural los seres humanos, como es el relacionado con la fuerte inclinación por perseguir, capturar y matar como fuese posible, organismos acuáticos o presas mediante la cacería, porque se trata de una información genética ancestral que no distingue raza, color, credo, sexo, edad, posición económica, posición intelectual o de preparación educativa, ni posición social. Simplemente, a estos ingenuos pescadores se les puso en sus manos una amenaza mortal para liquidar especies terrestres o acuáticas, lo cual aún persiste. Sin embargo, el pescador tradicional así como el nativo de tribus indígenas, saben que su alimentación y la de su familia, depende del manejo y la estabilidad de sus recursos naturales, y ahora, no disponen de herramientas, técnicas ni de conocimientos para recuperarlos, o regresarlos la situación original pero empleando los sistemas de captura no dañinos, heredados de sus ancestros.
Al confirmarse con bastante posterioridad el peligroso y evidente descenso generalizado de las poblaciones de esta importante categoría zoológica no solo en la cuenca del Río Magdalena sino también en los restantes los ríos colombianos, se señaló inicialmente como causa visible y severa, a la sobrepesca, pero poco a poco se sumaron otros factores como: la ausencia de control ante el fácil acceso vial a los ríos y quebradas; la proximidad inapropiada y peligrosa de viviendas grandes, medianas y pequeñas o poblaciones cercanos a los principales cauces de ríos y fuentes de pesca y de reproducción natural, distribuidas a lo largo del cauce principal de grandes y medianos ríos, desde las partes altas, en el centro y en el sector bajo; haber aprobado el uso del chinchorro y adjudicado oficialmente sectores de playa para pescar en grupo empleándolo durante el verano, cuando los ríos se encontraban en su nivel de caudal más bajo; haber permitido la invasión incontrolada de una ingente cantidad de seres humanos no pescadores tradicionales sino recién llegados de otras ciudades y centros de consumo, con la disculpa de servir de ayudantes a los antiguos y viejos pescadores, verdaderos profesionales en el ejercicio de la pesca y, finalmente, haber hecho caso omiso a la falsa afirmación generalizada, de que los recursos naturales renovables eran inagotables, de libre extracción, para todos y sin costo alguno.
La sobrepesca comercial, deportiva y de subsistencia apoyada por estas herramientas pesqueras, ocurrió inmediatamente y a un mismo tiempo, mermando o diezmando poblaciones ícticas antes superabundantes, hasta llevarlas a niveles de irrecuperabilidad, fundamentalmente a causa de haber permitido la extracción casi total de la población de peces reproductores, es decir, los ejemplares más grandes, pues eran los que aportaban más cantidad de huevos y, futuros reclutas, para así mantener el ciclo pesquero. Por el contrario, usando la represión, con multas, confiscación de equipos y aparejos de pesca se protegieron intensivamente las tallas mínimas pero no se explicó que ese ejemplar necesitaba todavía un año más para empezar a desovar por primera vez, por lo que, era un tiempo suficiente para que los pescadores en ese espacio de tiempo extrajeran del río ingentes cantidades de sus reproductores más grandes. Pero lo peor estaba por venir, porque aún no se habían detectado las consecuencias sobre cómo los nuevos métodos de pesca intensiva, en tan solo unos pocos años, habían afectado, no solo a los pescadores y los peces, sino, a la vida misma del río, pues su caudal normal que discurría por el cauce principal era quien se encargaba de transportar semillas vegetales, fitoplancton, protozoarios, es decir, la productividad primaria proveniente de la excreción de los cientos de poblaciones de peces que se encontraban dispersas a lo largo del río, y eran conducidas hasta penetrarlas por los canales hasta esparcirlas a lo ancho y largo de las lagunas dependientes del mismo río, durante la época de ascenso del nivel de agua, en los meses de invierno. Esta misma consecuencia afectaría a los recursos pesqueros que habitan la costa marina dependiente de lo que acarree el río y llegue hasta su desembocadura al mar. Por otro lado, en forma natural, los niveles de pH, oxígeno y la calidad de agua del río, conformada naturalmente por ingredientes químicos esenciales, como el fósforo, el nitrógeno, el magnesio, entre otros, ahora ya no existían en el río, puesto que provenían de ese equilibrio que se mantenía gracias a la cantidad de orina excretada entre las heces, correspondiente a millones y millones de peces y, ahora, se había roto, por no existir grandes poblaciones de peces. En contraste, la calidad del agua del río se había transformado en un ambiente letal y no aprovechable biológicamente por los peces a través de la respiración, por la liberación y escorrentía de cientos de miles de litros de desechos y agentes químicos comerciales nocivos, provenientes de la aplicación contra insectos en cientos de cultivos de algodón, entre muchos otros, instalados a las riberas y distribuidos a lo largo de todo el cauce del río. Asimismo, resultó incontrolable el uso permanente y dañino de motobombas para extraer agua del río para riego, pues por desinformación se ignoraba la inmensa cantidad de larvas y huevos que eran eliminados por la succión.
El comportamiento del ecosistema acuático del río Magdalena cambió totalmente y asimismo el de muchas otras fuentes pesqueras importantes como los ríos Cauca, San Jorge, el Uré, el Sinú, el Catatumbo, el Atrato, y muchas fuentes de los Llanos entre otros, ya que no alcanzaron a sostener la intervención negativa de nuevos equipos de pesca y las condiciones pesqueras introducidas, y en la actualidad, esos ríos en su estado natural solo disponen de pocas larvas de peces descendientes de los reductos poblacionales esparcidos correspondientes a especies de peces comerciales y de forraje que aún logran desovar en el cauce principal y en los afluentes, pero no bastan para reemplazar y restituir las poblaciones a un estado cercano al original o no encontrarán suficiente alimento dentro de las lagunas o ciénagas, donde las larvas deben ser conducidas y penetrar obligatoriamente para crecer, sin que, por otro lado, se pueda evitar sean extraídas, sin llegar siquiera a la talla mínima de madurez sexual. Por si fuera poco, a causa de la corriente del río que remueve en forma natural el fondo y cuyas aguas de escaso nivel bajan mezclando a su vez la poca cantidad de excrementos procedente de los escasos individuos y, además, sumado a la agitación constante de las aguas a causa de los cientos de motores fuera de borda que suben y bajan permanentemente, las bacterias, los protozoarios, la productividad primaria en general no cuentan ya con la oportunidad de multiplicarse activamente en condiciones normales, para así reproducirse y generar el alimento suficiente para esas pocas larvas de especies de peces de tallas, sobretodo pequeñas, como las denominadas Sardinas (Astyanax o Triportheus) muy importantes para la vida íctica del río y una circunstancia vital y esperanzadora, porque de volver éstas a reproducirse activamente, su comportamiento reproductivo proporcionaría nuevo y finalmente alimento suficiente a los peces de talla más grande y, estos a su vez, comenzarían a incorporar cantidades de excremento, que actuaría de fertilizante natural en el cauce y en las ciénagas.
Estas circunstancias biológicas provocadas por la introducción de equipos de pesca dañinos, en principio, se calificaron de “vitales para la economía de la nación”, y supuestamente estuvieron bien planificadas en favor del sector pesquero, aunque previamente no hubieran sido evaluadas, ni analizadas, ni tenidas en cuenta sus posibles consecuencias. Se pensó probablemente en las necesidades de los pescadores, en el aporte sustancioso a la economía pesquera nacional, o en las miles de toneladas métricas que engrosarían la producción pesquera del país o figurarían en los anales pesqueros internacionales junto a otros grandes ríos, en los que con toda probabilidad, si se monitorean constantemente, pero jamás, nadie imaginó que tal introducción llegaría a borrar definitivamente una hermosa actividad pesquera tradicional de cientos de años de práctica folclórica, como era “La Subienda”. Con toda probabilidad, de haber realizado estudios comparativos para encontrar o detectar fracasos pesqueros por métodos de pesca introducidos en otras grandes cuencas de otras latitudes del planeta, tal vez se hubiera logrado impedir a tiempo, la introducción masiva de estos peligrosos y mortales equipos de pesca, tal como ocurrió en el río Magdalena. La implementación de estos cambios no fue paulatino sino inmediato, como inmediatos fueron sus mortales resultados, al darle una vuelta de 360 grados a la “Subienda”, una bonanza pesquera y cuya presencia anual era aprovechada folclóricamente por una comunidad pesquera artesanal perfectamente establecida a lo largo de la mayor parte de sus más de mil quinientos (1.500) kilómetros y sin ninguna denuncia de amenaza, tal como la describió el doctor Cecil Miles en su trabajo sobre los peces del Rio Magdalena, en la que los pescadores empleaban métodos normales de pesca, es decir, implementos que les brindaban una oportunidad de escape natural a los peces. Ahora, solo se pueden exponer cinco (5) grandes propuestas como resultado de esta mala experiencia:
1) Plantear esta experiencia como modelo práctico para que tales procedimientos jamás vuelvan a ser introducidos o aplicados en ninguna otra cuenca de nuestro rico y biodiverso continente suramericano;
2) Promulgar la protección inmediata de las cuencas de los ríos del sur de Colombia, teniendo en cuenta lo ocurrido en el centro y la región Norte del país;
3) Reducir de manera frontal hasta eliminar la presencia del chinchorro en todas sus modalidades de uso en todo el país y, el empleo de los motores fuera de borda, en todas las cuencas y subcuentas de la región central y norte de Colombia.
4) Re inventariar los cuerpos de agua anteriormente estudiados a fin de saber con qué especies y poblaciones ícticas el país cuenta actualmente y necesitan ser repobladas, protegidas o monitoreadas sistemáticamente y
5) Eliminar e impedir por completo cualquier intento de instalación de cultivos agrícolas comerciales o ganaderos que se encuentre activo y cercano a las orillas de cualquier río pesquero.
El río Magdalena, la vertiente más importante del centro de Colombia, comenzó a ser estudiada en el año 1972, por profesionales nacionales adscritos al Inderena (Instituto de Desarrollo de los Recursos Naturales Renovables) y por expertos internacionales de la FAO. Desde muchos años antes, a principio de siglo, lo había hecho el Instituto Smithsoniano de investigaciones tropicales de USA. Con la presencia de los Doctores Eigenmann, Fowler, Cecil Miles, y Dahl, entre otros, quienes se dedicaron a cubrir además, el inventario de los peces en distintas regiones de nuestra patria colombiana. Al emprender el estudio generalizado de las poblaciones de peces del rio Magdalena, su intención fue reunir suficiente y valiosa información que condujera a conocer cómo se desarrolla el proceso reproductivo de la gran mayoría de sus especies migratorias, contando para ello, la facilidad de obtener cientos de muestras de especímenes, por su cercanía a los sitios de pesca desde los poblados que crecieron en las orillas de los ríos, pero en realidad, no se trató de un gran esfuerzo, pues debió haberse realizado con mucha mayor anticipación, antes de la introducción de los nuevos y nefastos equipos de pesca.
Para llevar a cabo este encomiable proyecto, se contó con la presencia de biólogos, psicólogos, sociólogos, evolucionistas y especialistas contratados o doctores (Ph.D) en pesquerías extranjeros y de la F.A.O.
En la actualidad, el Río Magdalena se encuentra en su fase terminal como ecosistema, tal como lo anuncian las principales fuentes noticiosas del país, entre ellas El Espectador (3).
Además de los resultados obtenidos y publicados en El diario el Espectador del 18 de marzo de 1972, no quisiera creer que hubo mala intención por parte de los generadores de este proyecto al emplear profesionales de campo para llevar a cabo la recolección de información y muestras para estudiar la subienda, habiendo conocido de antemano lo que ocurriría no solo con la introducción de equipos pesqueros sino también, por haber detectado que este mismo proceso de paulatino deterioro biológico ambiental y humano, se repetiría en los ríos colombianos de igual forma como ya en otros países lo habían sufrido o que subrepticiamente, se fraguaron malos manejos y compromisos comerciales con la intención de impulsar ocultos intereses económicos y políticos, amparados y justificados en la creación de ansiadas fuentes de trabajo para miles de pescadores artesanales que necesitaban una ocupación permanente, pero que a la postre, no sería eterna, por la práctica de pesquerías con este tipo de aparejos de pesca tan destructivas, como equipos de pesca nefastos, o bien, que se proyectó toda esta operación con el propósito de facilitar y precipitar la venta de artículos de alta tecnología y efectividad pesquera, como son los motores fuera de borda, chinchorros, o embarcaciones equipadas con cavas de enfriamiento para la pesca fluvial y marítima o para la realización de convenios económicos oscuros para suministrar dinamita a pescadores o para formalizar convenios empresariales para forzar la introducción de productos de acuicultura para reproducir peces de consumo en laboratorios para su venta comercial en estado adulto y a gran escala o para promover la instalación de zoocriaderos, promover la acuicultura, la piscicultura, los parques temáticos, la introducción de nuevas especialidades de estudio biológico en universidades e institutos, para reforzar disciplinas como la veterinaria, estudios de fauna silvestre y acuática, la limnología, etc. o bien, impulsar sitios de venta de peces ornamentales y de fauna silvestre en general, o la creación de parques recreacionales provistos de estanques para la exhibición de grandes o atractivas especies acuáticas marinas y de agua dulce; o la creación de grandes acuarios de interés público, o para promocionar la venta de embarcaciones pesqueras marítimas camaroneras, junto a los equipos motorizados y de pesca más eficaces recién creados, para el transporte comercial acuático, etc.
La anhelada transformación pesquera por tanto llegó, se hizo real, pero arrasó con su principal recurso natural en estado silvestre: los peces.
Ahora solo queda para la contemplación del paisaje, general, las orillas despobladas de vegetación natural productoras de semillas que se encargaban de alimentar, no solo a los peces, sino a toda la fauna bentónica del rio conformada por invertebrados, necesarios para a alimentación de millones de alevinos de peces; así como los meandros, las extensas playas, zonas torrentosas, corrientosas y cascadas.
En la actualidad son escasos y desconocidos los afluentes que aún conservan peces reproductores de especies iliófagas importantes como los peces conocidos como corronchos (Loricariidae) y el Pataló Ichtyoelephas longirostris, de acuerdo a la evidencia circunstancial recién obtenida en un espécimen de LT. = 523 mm, LSt. = 404 mm, Altura cuerpo, = 113 mm; LT. Cab. = 105 mm; una hembra madura sexualmente y peso de 1.754 gr encontrado el día 12 de octubre de 2016 en un mercado popular de Pereira, Risaralda
Actualmente, poblaciones ícticas que habitan ríos, quebradas y arroyos de montaña, afluentes secundarios, terciarios y cuaternarios de mediano caudal, localizadas en el piedemonte andino de Colombia, evidenciaron la desaparición, casi total entre su ictiofauna, de la sabaleta Brycon henni, un pez que luchaba tenazmente por zafarse del anzuelo y ofrecía una distracción semanal casi ancestral para muchos amantes de la pesca deportiva, que no solo empleaban sencillos anzuelos, caña de bambú y, como carnada, aguacate o larvas de insectos acuáticos, abundantes debajo de las piedras en las orillas, sino que además, el río se transformaba en un corredor de paisaje turístico y, en una máquina natural, por donde el pescador caminaba tranquilo largas y saludables distancias.
La sobrepesca y el frecuente uso de diversos métodos dañinos para su captura, tales como el barbasco (Lonchocarpus spp), un bejuco grueso, reptante, de raíces largas y amarillentas, productor de rotenona (2), el careteo o pesca con máscara y arpón subacuáticos, el incontrolado aumento de vertederos de aguas industriales, cloacales, de riego, contaminadas con químicos de los empleados en los cultivos de caña de azúcar, las deforestaciones marginales para transformarlas en sabanas ganaderas, que eliminaron árboles frutales que proporcionaban alimento, etc., asesinaron definitivamente de un solo tajo, millones de años de evolución, condenando a esta especie y a su hábitat a la decadencia poblacional e improbable recuperación, cercana a la extinción regional. El asalto y el robo a los pescadores mientras pescan en las quebradas, se sumaron como desgracias ambientales y comportamentales adicionales.
Este deporte ancestral y artesanal fue sustituido rápidamente por la multiplicación de pequeñas lagunas cuadradas construidas en los alrededores a cada población andina, para impulsar el método de pesca denominado “pesque y pague”, al liberarles peces entre medio y un kilogramo de peso para su captura inmediata, conocidos como tilapia o pargo rosado Oreochromis spp, de origen africano; de la carpa, Cyprinus carpio de origen asiático y de la cachama blanca Piaractus brachypomus de origen Amazónico y de los ríos de los Llanos orientales. En estos sitios se alquila la caña, se compra la carnada, se cobra por kilo extraído y se paga por el descamado y limpieza de la captura. El negocio fue redondo y el pescador deportivo ancestral de caña y ansioso de remembranzas se instala en un solo punto de la pequeña laguna por varias horas, o puede capturar varios kilos en menos de media hora de pesca y dar por terminada la faena, al acabarse su dinero para pagar la cantidad de kilos de pescado extraído y no por el tiempo de distracción.
El Decreto 1780 de 2015 del Sector Administrativo Agropecuario, Pesquero y de Desarrollo Rural considera la tilapia y trucha como especies domesticadas derogando la Resolución 848 de 2008 que las consideraba invasoras.
La sabaleta de montaña Brycon rubricauda, la sardinata Brycon moorei, la picuda Salminus affinis, peces del piedemonte andino, habitantes de afluentes secundarios, de gran asiduidad para su pesca deportiva con carrete durante la época de semana santa, casi desaparecieron indirectamente por el contínuo uso de la dinamita usada contra el bocachico Prochilodus magdalenae en la parte alta de los ríos La Miel, Cocorná y el Naire, afluentes primarios del Río Magdalena en el sector medio, casi frente a la población Puerto Boyacá y, caracterizados, por ser de aguas muy transparentes y torrentosas.
Otra gran circunstancia que permitió la desaparición de estos peces de los ríos Nare y el Cocorná, fue la construcción de la represa Nare, al afectar sus poblaciones ícticas. Pero no solo la variación contínua de los niveles de caudal de agua afectaron directamente la migración ascendente normal anual de diferentes especies de peces reproductores desde el Rio Magdalena, sino también a la desaparecida vegetación bentónica instalada en el fondo de sus cauces y exigencia alimenticia para las poblaciones de estos mismos peces que visitaban año tras año cada uno de estos afluentes, pues eran propias e independientes y por lo tanto distintas genéticamente, es decir, que no permitían la endogamia, por lo que al no encontrar sus biotopos de alimentación de fondo correspondiente o los encontraban ya alterados, su tamaño corporal era afectado.
Otras variables alteradas fueron la transparencia del agua y el pH al no disponer el ecosistema de suficientes individuos que sustentaran con sus productos de excreción la persistencia de la calidad del agua. Asimismo, la variable correspondiente a la distancia normal del cauce que por miles y miles de años se mantuvo intacta, desapareció o se alteró, afectando la permanencia del tiempo suficiente y necesario de recorrido para mantener los huevos a flote, como exigencia biológica una vez que son fertilizados en la parte alta, en el centro del río mientras bajan con la corriente. Los alevines o descendientes de progenitores de gran tamaño a causa de este ataque humano innecesario, simplemente desconocieron u optaron por no volver a penetrar estos ríos y desaparecieron tomando otros rumbos. Todo ello, explica por qué por millones de años el gran tamaño alcanzado por estas especies de peces siempre se mantuvo, nunca disminuyó, contrariamente a lo que en la actualidad se observa: ejemplares con una escasa talla cargados de óvulos, que los pescadores atrapan y consumen inmediatamente.
Estas consideraciones condujeron a exponer ciertas apreciaciones sobre el papel que desempeñamos los biólogos de campo investigadores de la fauna silvestre y acuática, dentro del contexto general de los Recursos Naturales Renovables Colombianos, respecto a lo que, con incertidumbre, nos debemos preguntar:
<< ¿Dentro del campo de la biología acuática, exactamente qué estamos legando con nuestro trabajo profesional a las poblaciones animales silvestres?>>
Aparte de publicaciones científicas, instalaciones acuícolas, planificación de parques temáticos, de zoológicos, cátedras, instalación de zoocriaderos, acuariofilia, estudios de biología pesquera, estadísticas, vedas, reglamentación de tallas mínimas, implementación de cursos y promoción de vigilantes en parques nacionales, entre muchas otras. Ciertamente, año tras año surgen en las universidades nuevas cátedras relacionadas con la disciplina de los Recursos Naturales renovables, aumenta el número de profesionales al mercado, se enseñan metodologías de trabajo para consolidar una escuela de enseñanza a futuros seguidores de alguna disciplina, etc., pero sin un objetivo concreto de perpetuación.
Irónicamente, el sujeto que motiva y promueve la presencia de metodologías, estudios, estudiantes y nuestro trabajo en el campo son los peces, la fauna silvestre en general y, mientras esto sucede, cada minuto descienden abrumadoramente en número, no solo poblacional sino en cuanto al número de especies, y a niveles dramáticos y, así mismo, los hábitats y ecosistemas que desaparecen o se deterioran; también los caudales de los ríos disminuyen y descienden drásticamente; no existen inventarios puntuales de estos hechos y muchas quebradas y riachuelos ya no existirán en el futuro inmediato y por lo tanto, con toda probabilidad, no se sabe qué se les enseñará a las generaciones humanas venideras, si ya no habrá nada que mostrarles, ni qué preservar, acaso especies comerciales en confinamiento, reproducidas artificialmente (4).
Al comparar esta disciplina científica con otras totalmente diferentes en cuanto a lo que ellas llegan a la humanidad, encontramos notables y profundas diferencias que nos conduce a tratar de interpretar su origen, a fin de producir respuestas concretas que no generen inquietantes dudas. En tal sentido, vemos que mientras la ingeniería civil brinda resultados definidos al crear estructuras que permanecerán por varias docenas o centenares de años, como son los puentes elevados, las carreteras o autopistas, o la instalación de rieles para los trenes, y así mismo la medicina, que practicada en humanos o en animales permite el tratamiento de enfermedades o el restablecimiento clínico de estructuras u órganos internos malogrados por un accidente o una enfermedad, a fin de proveer una expectativa de vida más larga a reproductores de gran genética, por los años que le resten de existencia, o el arquitecto que diseña y dirige la construcción de una catedral, un edificio de docenas de pisos, o la construcción de una urbanización o el pintor, el escultor, el escritor o el cantante entre otros, que por medio de su talento produce una obra de excelente calidad para así perpetuarse por siglos, mientras que por el contrario, no se encuentran los resultados que podrían ofrecer algunas ramas de la biología, pues resultan intangibles, como es el caso de la taxonomía, cuyo trabajo estricto de dedicación exclusiva finaliza una vez que el profesional le ha dado el nombre respectivo a ese nuevo espécimen con el que se conocerá en adelante, ya sea animal o planta. No obstante, si unos años después, ese profesional se dirige al mismo sitio donde encontró el animal o la planta al que le dio un nombre, y comprueba que allí ya no existe, porque el bosque fue talado o el curso del rio se desvió o se secó, o porque disminuyó de caudal o desaparecieron por la fuerte sobrepesca, se deduce por lo tanto, que esa especie en adelante no podrá ser admirada viva sino muerta entre un frasco con formol en un museo. Por extraño y doloroso que parezca, ese profesional transita por la vida con una profesión que solo brinda resultados intangibles, que solo quedarán escritos en un papel, o en un documento publicado o se visualizarán en una fotografía, o en una revista que se guarda como un tesoro en el anaquel de un museo. En otros casos, tal como arriba se examinó, no bastan los excesivos cuidados, ni multas, ni cárcel, para preservar las especies en confinamiento o las silvestres con guardabosques, ni los excesivos estudios al Río Magdalena. Cuarenta y cuatro años después de intensos estudios, no se obtuvieron los resultados esperados. La producción pesquera es aún más irrisoria.
Parecería que solo para asegurar la perpetuidad actual de la naturaleza, de los vegetales y de la fauna silvestre solo se requiere de su directa exhibición comercial en museos. O además, que la conservación de los recursos naturales renovables dependan única y exclusivamente del buen Comportamiento que posean las comunidades humanas en cuanto al interés que tomen por proteger los animales y las plantas silvestres, especialmente, aquellas con las que comparte sus alimentos encontrados donde habite, utilizando su sensatez y criterio propio, sin necesidad de estar bajo represión o amenazas de castigos jurídicos. Igualmente, los guardabosques permanecerían enfrentándose al cazador y al pescador furtivos o que los seres vivos no humanos, seguirán siendo objeto de preservación y de observación en los anaqueles de museos y en universidades o sometidos al cultivo comercial en cautiverio, mientras se les garantizan condiciones ambientales y una verdadera protección para que no se extingan. Así las cosas, un urgente cambio en el Comportamiento humano será la única esperanza posible para que nazca el primer buen ser humano. Se infiere que el Ingeniero, el político, el abogado, el médico, el escritor, el campesino o el obrero trabajador, etc., se perpetuarán como productores de descendientes si son producidos por ellos mismos y, portando genéticamente el mismo interés profesional o dedicado a cualquier disciplina biológica ligada a la fauna silvestre y acuática, donde su perpetuidad dependerá de su propia creatividad. Significa, un nuevo ser humano proveniente de comunidades de cualquier raza, indígena, rural o civilizada, porque no será jamás amonestado por no proteger la naturaleza, al hábitat y a la fauna silvestre y la acuática. Sin duda alguna, será una herramienta que identificará orgullosamente a su país.
AUTOR: NUMA ANTONIO HURTADO SEPÚLVEDA
- Barbasco; Consultado en agosto de 2016 en:
- El Río Magdalena se queda sin caudal; Consultado en octubre de 2016 en:
- Godoy, M.P. de, 1975; Peixes do Brasil. Suborden Characoidei. Bacia do Rio Mogi Guassu. Vol. I, II, III y VI – XXXVI + 1- 216
- La Fauna Silvestre en Picada; Consultado en Julio de 2016 en:
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/science/newsid_7408000/7408195.stm
- 5. Hurtado, S. Numa A. 1972; Operación Subienda Parte I. Investigación Pesquera. INDERENA Colombia.
- Hurtado, S. Numa A, 1973; Operación Subienda Parte II. Investigación Pesquera. INDERENA Colombia.
- Welcomme, R.L. 1985; River Fisheries. Fisheries Technical Paper 262. FAO, Roma.
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